A) El carácter temporal de la vida humana
La primera consideración que se debe hacer sobre el tiempo es su carácter esencial en la vida humana. El hombre es constituvimante, un ser temporal:habita en el tiempo y se mueve en el marco y en el horizonte de la temporalidad.Nuestra existencia, sin una referencia temporal, seria completamente diversa. La filosofía ha ido tomando cada vez más conciencia de este hecho, pero no siempre ha sido así y se han dado con cierta frecuencia dos errores. El primero ha consistido en pensar al hombre como un ser fundamentalmente estático e introducir el tiempo desde fuera, como algo que existe pero cuya importancia es accidental. El hombre seria de algún modo, como un muñeco mecánico al que si se le da cuerda, se mueve pero cuya estructura no cambia esencialmente por estar parado o en movimiento. El segundo error es limitar la influencia del tiempo o la corporalidad, es decir entender la temporalidad como un proceso fundamentalmente biológico y corporal; el cambio y modificación de nuestro organismo que lleva al envejecimiento, y finalmente a la muerte.
Significa que la persona es un ser sucesivo no estamos dados de manera definitiva en un momento y para siempre, sino que somos seres en movimiento que vivimos de un pasado que ya no somos mientras pensamos y actuamos en un futuro que seremos mas adelante. El hombre es, pues un dialogo de pasado y futuro que se realiza en el presente, lo que soy y lo que hago depende de lo que he sido y de lo que quier ser.
El tiempo de la vida humana ademas esta estructurado o en otras palabras no es homogéneo, el tiempo como cualidad física, como medida del movimiento de los cuerpos, y especialmente el tiempo objetivado en los relojes si es homogéneo y fluye de manera constante. Pero el tiempo de la vida humana, el desarrollo temporal de la vida personal no existe. La sucesión de mi vida no se articula automáticamente en torno al segundero del reloj, sino ante periodos y sucesos que tienen una extensión y una profundidad determinada.
El tiempo es finito y limitado, no dispongo de todo el tiempo que quiero y cuando quiero sino que me viene dado; es un caudal que no puedo aumentar ni disminuir, existe por un lado una finitud cotidiana y domesticable: tener o no tener tiempo en un contexto especifico. quiero hacer esto y me falta tiempo, pero puedo intentar ir mas de prisa. Tengo un tiempo finito de vida aunque no se cuanto es, y este hecho es tan decisivo que estructura internamente la temporalidad forjando lo que se suele llamar etapa de la vida: infancia, juventud, madurez y vejez.
B) La lucha contra el tiempo
La finitud del tiempo a impulsado desde siempre al hombre a una lucha por dominarlo y controlarlo, por retenerlo junto deseamos hacer cosas y no disponemos del tiempo suficiente o queremos que determinados momentos u obras permanezcan, que no sean minados por el paso del tiempo que todo lo olvida y lo deshace, la prisa, la técnica, las obras que perduren han sido desde siempre las barreras que el hombre a intentado detener el flujo de las horas.
Los increíbles medios que poseemos parecen eliminar las fronteras temporales: todo se hace cada vez mas de prisa y en menos tiempo, pero esa velocidad acaba acelerando de tal modo el curso de la vida que paradojicamente, acaba por esclavizar al hombre e impidiéndole disfrutar de lo que tiene.
Hay un primer sentimiento de tristeza porque la vida aparece como algo realmente valioso, pero sujeto a devenir fugaz e incontrolable. Se marchita y se escapa lentamente pero sin remedio porque esa precariedad no es algo superficial o dispensable, no puedo prescindir del tiempo pero este se acaba y se concluye. El tiempo conduce, por tanto de manera inevitable a la cuestión final y ultima: la de la muerte y la inmortalidad.
El tiempo de la vida humana ademas esta estructurado o en otras palabras no es homogéneo, el tiempo como cualidad física, como medida del movimiento de los cuerpos, y especialmente el tiempo objetivado en los relojes si es homogéneo y fluye de manera constante. Pero el tiempo de la vida humana, el desarrollo temporal de la vida personal no existe. La sucesión de mi vida no se articula automáticamente en torno al segundero del reloj, sino ante periodos y sucesos que tienen una extensión y una profundidad determinada.
El tiempo es finito y limitado, no dispongo de todo el tiempo que quiero y cuando quiero sino que me viene dado; es un caudal que no puedo aumentar ni disminuir, existe por un lado una finitud cotidiana y domesticable: tener o no tener tiempo en un contexto especifico. quiero hacer esto y me falta tiempo, pero puedo intentar ir mas de prisa. Tengo un tiempo finito de vida aunque no se cuanto es, y este hecho es tan decisivo que estructura internamente la temporalidad forjando lo que se suele llamar etapa de la vida: infancia, juventud, madurez y vejez.
B) La lucha contra el tiempo
La finitud del tiempo a impulsado desde siempre al hombre a una lucha por dominarlo y controlarlo, por retenerlo junto deseamos hacer cosas y no disponemos del tiempo suficiente o queremos que determinados momentos u obras permanezcan, que no sean minados por el paso del tiempo que todo lo olvida y lo deshace, la prisa, la técnica, las obras que perduren han sido desde siempre las barreras que el hombre a intentado detener el flujo de las horas.
Los increíbles medios que poseemos parecen eliminar las fronteras temporales: todo se hace cada vez mas de prisa y en menos tiempo, pero esa velocidad acaba acelerando de tal modo el curso de la vida que paradojicamente, acaba por esclavizar al hombre e impidiéndole disfrutar de lo que tiene.
Hay un primer sentimiento de tristeza porque la vida aparece como algo realmente valioso, pero sujeto a devenir fugaz e incontrolable. Se marchita y se escapa lentamente pero sin remedio porque esa precariedad no es algo superficial o dispensable, no puedo prescindir del tiempo pero este se acaba y se concluye. El tiempo conduce, por tanto de manera inevitable a la cuestión final y ultima: la de la muerte y la inmortalidad.
2. ¿Qué es morir?
a) El hecho de la muerte
La muerte es ante todo un hecho inevitable con el que nos topamos. Nadie duda de que vaya a morir, todos los hombres que nos han precedido han muerto y todos los hombres que actualmente vivimos en la tierra moriremos. Sabemos que vamos a morir porque constatamos que nuestra estructura como personas está abocada a la muerte.
Nuestro cuerpo envejece y finalmente se hace incapaz de cumplir las funciones orgánicas y causa la muerte, este envejecimiento es algo que todos constatamos y que nos indica con plena seguridad que en algún momento llegará el final. Es nuestra propia estructura psíquica la que nos produce la conciencia de nuestra muerte. Scheler lo ha expresado diciendo que todas las personas poseen un flujo vital cuyo horizonte se va reduciendo con la edad.
La postura clásica ha insistido en la muerte como separación del alma del cuerpo, se ha centrado en las pruebas de la inmortalidad y en el estatuto del alma después de la muerte. La Muerte afectaría exclusivamente al cuerpo entendido este, de un modo fundamentalmente biológico, como mero soporte material del alma.
B) La muerte como dimensión esencial de la vida
La muerte juega un papel esencial en nuestra vida hasta el punto de que esta seria radicalmente distinta si no existiera la certeza de la muerte. La muerte se hace presente en la vida primero como posibilidad, sabemos teóricamente que podemos morir en cualquier momento. La vida humana es frágil, una enfermedad repentina, un accidente, pueden acabar con la vida de cualquiera, incluso con la del mas fuerte. pero esta mera posibilidad, el hecho de que morir ahora o dentro de una semana influye en nuestra vida de modo más bien anecdótico. Es imposible pero es altamente improbable no es algo que dependa en absoluto de nosotros.
La certeza de morir es muy diferente debido al hecho de que sabemos que nos vamos a morir aunque no cuando, este conocimiento acompaña la vida entera como un elemento de todos sus momentos. La necesidad de la muerte como integrante esencial de una vida humanamente seria y valiosa, la muerte es la que da valor a la vida. Borges lo ha relatado de modo magnifico en el cuento del inmortal, Los inmortales eran hombres que habían bebido de un rió que les concedía la inmortalidad.
La muerte es parte de la vida en el sentido de que el hombre sabe que va a morir y vive de acuerdo con ese conocimiento, por eso a los hombres se les llama simplemente mortales. Se llaman mortales porque pueden morir, solo el hombre muere; el animal simplemente perece.
Que la muerte no esté solo al final no quiere decir, sin embargo, que sea algo natural, ya que es una realidad con la que convivimos pero, al mismo tiempo, es profundamente antinatural, es lo más contrario a la naturaleza humana porque significa su destrucción. Tomás de Aquino lo ha sintetizado con su habitual brillantez: "la muerte es de algún modo natural, pero también de algún modo antinatural".
Sabemos que nos vamos a morir y ese conocimiento influye en nuestras vidas pero no podemos radicarnos de una manera excesivamente profunda en ese pensamiento porque no sacaría de la vida. todo resulta banal y excesivamente pasajero, la experiencia de un entierro es clara en este sentido, podemos asistir con dolor y convicción a esa ceremonia, especialmente si se trata de un ser querido, pero al final nos sentimos obligados a volver a la vida, a nuestra vida ya que nosotros no hemos muerto y nuestro ser querido ha entrado en un mundo al que no le podemos seguir.
C) La muerte como destrucción de la persona.
Se trata de una cuestión esencial pero que, ademas nos plantea por primera vez una dificultad que hasta el momento no se había presentado en nuestro ya amplio recorrido por el mundo del hombre: no tenemos experiencia directa de la muerte, porque los que mueren son siempre los otros. mi relación con mi muerte afirma Lévinas, consiste en no saber sobre el hecho de morir. Esta falta de experiencia, además de ser un obstáculo insuperable solo tendremos experiencia directa cuando nos muramos y entonces ya no nos será de ninguna utilidad, nos indica que comenzaremos a adentrarnos en los terrenos limites de la filosofía, en aquellas zonas en las que el intelecto humano comienza a perder pie y a enfrentarse con problemas que le superan de forma radical. Hay otros otros problemas que la inteligencia nunca va a poder resolver porque se sitúan en un terreno que supera esencialmente su capacidad, la muerte es uno de ellos.
La experiencia externa que poseemos nos muestra, fundamentalmente, tres cosas: en primer lugar, la muerte es desvanecimiento y desaparición del mundo; la persona desaparece y el cadáver está ahí para mostrarlo, su presencia física es dramática precisamente porque muestra una no-presencia, una desaparición, la de la persona que estaba ahí, pero ya no está y no sabemos qué ha sido de ella. La muerte supone la pérdida de la corporeidad, el hombre muere por el deterioro de su cuerpo que interrumpe sus funciones vitales e impide a la persona seguir viviendo. La pérdida del cuerpo significa la destrucción de la persona en cuanto tal, de toda la persona, no muere solamente el cuerpo, muere el sujeto completo, el hombre o la mujer , no se trata de que se abandone la corporeidad como la piel de un reptil y se escape intacto hacia otros mundos.
Morir es pasar a las regiones oscuras y desconocidas del no- ser, de donde nadie ha vuelto para explicarnos cómo se vive allí si es que se vive, la muerte es, por tanto, horrible y su dureza exige una respuesta. El hombre necesita saber qué pasa después de la muerte para que su vida y su muerte tengan sentido.
D) La muerte del hombre contemporáneo
La muerte del hombre contemporáneo se caracteriza principalmente por el intento de ocultación, por el rechazo radical de la muerte y su expulsión del terreno en el que se vive. El hombre contemporáneo ha radicalizado esa represión hasta convertirla en un ocultamiento y en una desaparición. su ansia de vivir, de agotar todas las posibilidades que un mundo cada vez mas acelerado le ofrece también su obturación ante la transcendencia, represa la muerte como un hecho especialmente contrario a todo lo que constituye su forma de vida y sus aspiraciones.
La tecnología permite al hombre dominar la naturaleza y las posibilidades de vivir y disfrutar se multiplican constantemente, por eso resulta particularmente repulsivo y sorprendente se intenta expulsar de la existencia. La muerte se privatiza, se convierte en un hecho personal y privado que la sociedad esconde con aprensión; no es un hecho con el que haya convivido y al que, por tanto, se ha podido dar un sentido, si no un modo que aparece de pronto, inesperado e inevitable, y contra el que solo es posible estrellarse de manera absurda. De las dos dimensiones que se consta antropologicamente la muerte, el hombre contemporáneo tiene a quedarse solo con con la segunda.
3. El misterio de la inmortalidad.
El rechazo humano a la muerte se manifiesta en el anhelo de inmortalidad, en el deseo de permanecer, de durar para siempre, de no hundirse en el pantano que parece conducir a la nada y a la oscuridad, y en el deseo de saber si existe algo más allá de la muerte que garantice la supervivencia.
3. El misterio de la inmortalidad.
A) anhelo y convicción
a.1) Non omnis moriar: el recuerdo de los hombres
Una primera manifestación de la inmortalidad es el deseo de permanecer de algún modo entre los hombres después de la muerte. Deseamos que nuestra presencia no extinga inmediatamente o poco después de la muerte.
Ese deseo de todo hombre se manifiesta de muchas maneras pero todas tienen un denominador común: dejar algo que permanezca tras nuestro paso, hijos, personas a los que hemos formado de acuerdo con nuestros ideales, obras o acciones.
a.2) La inmortalidad personal
El deseo de permanecer en el recuerdo de los hombres es bueno y legítimo, pero no es suficiente, no lo es, ante todo, porque solo esta al alcance de unos pocos. Aunque todo el mundo se acordara de mí, ese recuerdo sería anedoctico frente a la cuestión central y decisiva: la pervivencia personal y real. Es una convicción generalizada de la humanidad. La creencia en la existencia de algún tipo de vida después de la muerte aparece prácticamente en todas las épocas y culturas y se manifiesta de múltiples formas.
El culto a los muertos es una de ellas, todos los autores consideran que las prácticas rituales implican una creencia en alguna inmortalidad de cierto tipo.
B) Las pruebas filosóficas de la inmortalidad.
Esta intuición interior de que existe en nosotros algo indestructible, una capacidad última de vencer a la muerte a pesar de que aparentemente somos vencidos por ella, junto al mensaje de la inmortalidad de las diferentes religiones, ha sido suficiente para la mayoría de los hombres que han muerto pensando que, de un modo u otro, sobrevivirían, Se plantea la cuestión desde un punto de vista filosófico ¿existen pruebas filosóficas de la inmortalidad? existen algunas pruebas clásicas para fundamentar la inmortalidad que no parecen completamente convincentes, una de ellas es la capacidad del hombre de conocer la verdad, ya que la verdad es inmortal y no cambia con el tiempo, su sede, que es el hombre, también tiene que ser inmortal.Otra prueba es la Tomás de Aquino, es la imposibilidad de que no se cumpla lo que desea la naturaleza.
En la vida deseamos deseamos muchas cosas que no obtenemos y podemos quedar frustrados al no conseguirlas pero ¿por que no tendría que suceder lo mismo con el ansia de inmortalidad? si al fin y al cabo, el hombre podría estar mal fabricado y desear algo que no puede conseguir y recurrir a Dios creador para solventar esta dificultad no es algo evidente porque el hecho de que exista un Dios que vele por nosotros, que se preocupe por nosotros y que nos ame no es algo que pueda deducirse filosóficamente de manera sencilla; lo conocemos por revelación.
La clave para fundamentar la pervivencia después de la muerte es: la existencia en el hombre de un núcleo espiritual, al que clásicamente se denomina alma, que transciende a la corporalidad y al tiempo. Esta transcendencia del espíritu humano sobre el cuerpo es la intuición básica que todo hombre tiene acerca de sí mismo y que, aunque no sepa formularla técnicamente, le permite sentir o experimentar que no desaparecerá completamente después de la muerte. Y esa intuición básica desarrollada filosóficamente es lo que constituye la prueba radical y contundente de la inmortalidad del alma.
C) El más allá
La filosofía es capaz de afirmar la pervivencia del hombre después de la muerte pero solo es capaz de afirmar esto, lo que plantea dos problemas de muy difícil solución.
c.1) El estatuto de la persona después de la muerte.
El primero es el estatuto de la persona después de la muerte, El hombre pervive, ciertamente. En una antropología con rasgos de dualismo, la unidad es el momento secundario de un proceso de composición, lo que suele ver el hombre, más que la unidad, es el estar unido; por el contrario una antropología realista y unitaria verá al hombre sobre todo como unidad psicosomantica, como libertad y conciencia encarnada, como espíritu encarnado.
Además queda completamente abierta la cuestión de cómo podría operar un espíritu que, aunque transcienda a la corporalidad, necesita a esta para actuar. Son cuestiones de difícil, por no decir imposible, resolución puesto que se escapan y escaparán siempre al ámbito de nuestra experiencia.
Una primera manifestación de la inmortalidad es el deseo de permanecer de algún modo entre los hombres después de la muerte. Deseamos que nuestra presencia no extinga inmediatamente o poco después de la muerte.
Ese deseo de todo hombre se manifiesta de muchas maneras pero todas tienen un denominador común: dejar algo que permanezca tras nuestro paso, hijos, personas a los que hemos formado de acuerdo con nuestros ideales, obras o acciones.
a.2) La inmortalidad personal
El deseo de permanecer en el recuerdo de los hombres es bueno y legítimo, pero no es suficiente, no lo es, ante todo, porque solo esta al alcance de unos pocos. Aunque todo el mundo se acordara de mí, ese recuerdo sería anedoctico frente a la cuestión central y decisiva: la pervivencia personal y real. Es una convicción generalizada de la humanidad. La creencia en la existencia de algún tipo de vida después de la muerte aparece prácticamente en todas las épocas y culturas y se manifiesta de múltiples formas.
El culto a los muertos es una de ellas, todos los autores consideran que las prácticas rituales implican una creencia en alguna inmortalidad de cierto tipo.
B) Las pruebas filosóficas de la inmortalidad.
En la vida deseamos deseamos muchas cosas que no obtenemos y podemos quedar frustrados al no conseguirlas pero ¿por que no tendría que suceder lo mismo con el ansia de inmortalidad? si al fin y al cabo, el hombre podría estar mal fabricado y desear algo que no puede conseguir y recurrir a Dios creador para solventar esta dificultad no es algo evidente porque el hecho de que exista un Dios que vele por nosotros, que se preocupe por nosotros y que nos ame no es algo que pueda deducirse filosóficamente de manera sencilla; lo conocemos por revelación.
La clave para fundamentar la pervivencia después de la muerte es: la existencia en el hombre de un núcleo espiritual, al que clásicamente se denomina alma, que transciende a la corporalidad y al tiempo. Esta transcendencia del espíritu humano sobre el cuerpo es la intuición básica que todo hombre tiene acerca de sí mismo y que, aunque no sepa formularla técnicamente, le permite sentir o experimentar que no desaparecerá completamente después de la muerte. Y esa intuición básica desarrollada filosóficamente es lo que constituye la prueba radical y contundente de la inmortalidad del alma.
C) El más allá
La filosofía es capaz de afirmar la pervivencia del hombre después de la muerte pero solo es capaz de afirmar esto, lo que plantea dos problemas de muy difícil solución.
c.1) El estatuto de la persona después de la muerte.
El primero es el estatuto de la persona después de la muerte, El hombre pervive, ciertamente. En una antropología con rasgos de dualismo, la unidad es el momento secundario de un proceso de composición, lo que suele ver el hombre, más que la unidad, es el estar unido; por el contrario una antropología realista y unitaria verá al hombre sobre todo como unidad psicosomantica, como libertad y conciencia encarnada, como espíritu encarnado.
Además queda completamente abierta la cuestión de cómo podría operar un espíritu que, aunque transcienda a la corporalidad, necesita a esta para actuar. Son cuestiones de difícil, por no decir imposible, resolución puesto que se escapan y escaparán siempre al ámbito de nuestra experiencia.
c.2) ¿Qué hay después?
La pregunta existencial, la que realmente nos interesa ¿que hay más allá? el problema que se presenta en esta sede ante semejante pregunta es que la filosofía, o sea el hombre no solo no tiene nada que decir sino que no lo tendrá nunca puesto que es un ámbito que escapa por completo a su control.
El más allá es un mundo no solo desconocido, sino inaccesible al que solo podemos entrar mediante la religión, es decir, mediante la comunicación de Dios mismo o de un mensajero de Dios que nos indique lo que allí sucede, esa información, sin embargo nos resulta completamente necesaria porque el sentido y el valor de esta vida depende en buenas medida de lo que sucede en la próxima .
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